¿Porque las personas parecen desoír las medidas de prevención y acuden en masa a la Vega, o hacen filas en malls e incluso, los más jóvenes, se exponen en fiestas masivas?

Estas conductas no son posible de explicarlas en términos racionales y por eso producen perplejidad. Por una parte, la psicología entiende que nuestra conducta y voluntad priman motivos inconscientes, incluso a nosotros mismos. Y por otra, aunque sea paradójico, no siempre actuamos persiguiendo nuestro propio bienestar. ¿Quién no ha experimentado esto alguna vez?
Por eso los meros consejos y advertencias encuentran límites. La paradoja es que mientras más se preste atención a las medidas de prevención, puede haber mayor conciencia del riesgo y eso puede originar más angustia. Y alimentar en algunos, conductas de pánico o fuga.
Las primeras las observamos en las compras compulsivas. Como no tenemos control en general, lo ejercemos ahí donde podemos: nuestro hogar y nuestras rutinas. Una forma de concretarlo, es comprando más allá de lo necesario. Es como si el el peligro temido necesitara prevenciones especiales, dramáticas. Y medidas tan sencillas, como lavarse las manos, usar mascarillas y respetar la distancia social no fueran proporcionales. Por eso el papel higiénico, es la compra desmedida típica: algo barato, que podemos almacenar y sabemos que tarde o temprano usaremos.
Respecto a las conductas de fuga, estas consisten en renegar de la realidad, en colocarla entre paréntesis. Bloquearla. Justamente como una manera de diluir una angustia intolerable. Y por eso actuamos como si el riesgo no existiera o solo existiera para otros.
Sin embargo, también hay otras motivaciones inconscientes. ¿Quién no ha experimentado la necesidad de ir a comprar a un mall, después de un mal rato o periodo? En busca de satisfacción inmediata.
En general, la infelicidad o malestar funciona como estimulante del consumo: comprar es así una suspensión de la angustia, un antídoto de la soledad, pero sólo hasta cierto punto. Porque más allá de ese punto, el sufrimiento se vuelve un factor de desmotivación de la compra. Muchas veces la psicofarmacología interviene para restablecer un artificial equilibrio. Y eso explica el aumento en el consumo de psicotrópicos en general. Sin embargo, la psicofarmacología no puede curar las causas del sufrimiento, pero si puede movilizar sus energías psíquicas.
También es posible hablar entonces de "asintomáticos sociales", gente común y corriente, que no tiene conductas comunitarias positivas. A veces pueden parecer positivos u optimistas: eliminan toda imposibilidad y obstáculo. Y estos quedan para otros. Esta ilusión se transforma en su propia ideología privada Y que en este caso pone en riesgo a otros.
Por eso es tan necesario fortalecer procesos de "inmunidad psíquica", así como lo hablamos de defensas a nivel somático. El objetivo fundamental es tener la capacidad de enfrentar en forma "realista" la situación. Es vital comprender para que toda la comunidad es el recurso principal de contención y sostén. El "contagio positivo" y la sanción moral.
Pedir a la gente que mantenga la
calma puede resultar irrelevante. Autoridades, líderes y comunicadores sociales
tienen una responsabilidad ineludible. Es necesaria en forma sostenida la
compostura, sobriedad, renunciar al exceso en el lenguaje, virtudes que
resultan fundamentales proteger.
Finalmente, también las personas pueden ayudarse a tolerar la angustia de la situación actual, estableciendo rutinas y limitar la ansiedad del confinamiento forzoso. Lo primero mediante horarios o rutinas que distribuya en forma ordenada el trabajo y el ocio. La importancia de la rutina es convertir el futuro en algo más predecible. Respecto de la ansiedad por el aislamiento, el hacer videollamadas o llamadas tanto con la familia como con amistades. A veces juntas otras por separado. Una perdida sostenida del contacto físico puede producir un efecto de desensibilización emotiva, de soledad relacional, y fragilidad psicológica.