Violencia de género: nos concierne a todos

¿Que hace que un hombre ejerza violencia contra la mujer, provocando hasta su muerte? En el 2016, según cifras del SERNAM, ya van 15 mujeres asesinadas
¿Constituye esto un asunto delictual y privado? ¿Explicado por los celos o alguna otra pasión irracional? ¿O más bien, propio de la psicopatología, realizado por algún tipo de personalidad alterada y enferma?
Ambas explicaciones resultan insuficientes. La violencia contra la mujer ocurre efectivamente en un espacio relacional, como todo lo que ocurre en una sociedad, y a veces también ejercida por sujetos con algún tipo de sicopatía.
Pero la pregunta es otra: ¿porque esa violencia "brota" y se desata frente a una mujer? ¿Porque su elección de objeto no es otro?
No hay estadísticas al respecto, al menos públicas, pero la tipología de los agresores, es más bien de agresores específicamente de mujeres. Muchos de ellos ni siquiera tienen otro tipo de antecedentes penales, a excepción de un historial de maltratos y abusos en este sentido.
¿Por qué entonces ese "carácter2 violento se activa frente a una mujer? Diremos al respecto, porque hay bases culturales que la legitiman. Que abren los diques psíquicos, sociales y culturales para el ejercicio de esa violencia. Por eso que el femicidio tiene esa distinción. No por el hecho que matar mujeres sea más condenable que cualquier otro asesinato. Sino porque es una violencia que se ejerce, porque la víctima es un "objeto" desvalorizado frente a sus ojos. Por ser una mujer.
Según un informe realizado por ONU-Mujer en 2011, en 17 de un total de 41 países, un 25% de las personas opina que es justificable que un hombre golpee a su esposa.
Por eso la violencia de género no es algo que sea natural ni privado. Es cultural. Hay una ideología de la mujer, que se asume como algo dado y "normal" ("el hombre es así y siempre ha sido así") naturalizado en lenguaje actual, y que sostiene tanto a hombres como mujeres.
Con la emergencia de la mujer como un sujeto; ocupando posiciones y funciones históricamente masculinizadas, aparecen también fantasías amenazantes. De sobre manera en aquellas psiquis tramitadas en un contexto de la mujer, como una figura auxiliar y muda respecto a sus propios deseos.
Frente a este discurso legitimador y de virilidad amenazada, la necesidad de prevención resulta decisiva. Como sociedad no podemos quedar mirando esta violencia como si se tratase de cuestiones individuales. Pero con el cuidado, que la prevención no se agota en la urgencia de dispositivos institucionales que cobijen y protejan a la mujer de todo tipo de agresión. Sino también de desmontar el discurso cultural que pasa desapercibido frente a nosotros, portador de esta violencia. Esto es propiamente deliberar: en el cual intentemos pensar lo que hacemos y saber lo que pensamos.